
¡Hola a todos! (no uso lenguaje inclusivo, lo aclaro desde ya). Soy Luisa y la finalidad de este modesto espacio no es otra que compartir con ustedes un cúmulo de conocimiento que me pesa desde que ya no lo uso más, desde la muerte de mi esposo hace unos 5años. ¡Sin duda que el mejor estado es la viudez! Lo que vuelque acá, al menos de momento (y cuando no lo avisaré, para ser leal) es producto todo de mi inteligencia natural, modesta pero mía.¡Nada de IA por ahora! (una digresión: ¿hasta dónde pensarán llevar estos inventos que tienden a la deshumanización de todo a pasos agigantados?; reconozco que el tema un poco me asusta, pese a mis 62 años bien llevados). Mi marido era, por decirlo así, y en las disciplinas que abordaremos acá, un abogado de cierto renombre y algún prestigio; mucho menores ese prestigio y renombre de los que él creía gozar, pero justo es reconocer que se hizo una posición. Yo lo dejaba ser, sin dejar de pensar para mí misma, pero sin exteriorizar lo jamás, lo absurdo de sus vanos afanes de figuración y reconocimiento, que eran para él un poderoso combustible. Me recibí de abogada en la universidad pública en el año 1986, nos casamos ese mismo año y desde entonces (y desde antes también) yo fui la que en mayor medida escribió sus libros y artículos jurídicos; la que trazaba las estrategias de sus casos y la que redactaba sus escritos. Todo desde las sombras. Si no una experta, me volví con los años muy experimentada en estas disciplinas. Y como tengo todo ese bagaje de conocimiento, y estoy aburrida, y no tengo hijos seguí el consejo de un sobrino muy querido y acá estamos. Ojalá que a alguien le sirva de algo, pero no quiero engañar: lo hago por mí, como un juego para distraerme en el otoño más frío cada vez de la vida.
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